Bienvenida, Virgen del Bustar

Carbonero el Mayor se echó a la calle para recibir a su patrona, que llevaba trece años en su santuario, situado a varios kilómetros del pueblo La imagen permanecerá en la iglesia parroquial hasta el 12 de octubre, en que regresará a su casa.

Trece años después, la iglesia de San Juan Bautista de Carbonero el Mayor volvió a abrir sus puertas para que entrara la Virgen del Bustar. Fue un momento emocionante, de esos que un pueblo recuerda durante décadas como un gran acontecimiento. Los sentimientos del gentío estaban a flor de piel. La patrona había sido trasladada desde su santuario a Carbonero, algo que no ocurría desde 2001, con la excusa de conmemorar el 50 aniversario de la reforma de la Plaza y de la rehabilitación de la torre. “Ya está aquí, ya está aquí”, anunciaba la alcaldesa, María Ángeles García, cuando el reloj se disponía a marcar las diez de la noche.

La llegada de la imagen al templo fue el colofón a un día intenso, de nervios. El vecindario estaba inquieto. “Ha venido gente nacida en Carbonero que nunca viene por el pueblo”, advertía Antonio García. Todo estaba preparado para un hecho histórico.

A las seis en punto, la Virgen salió de su santuario. Una multitud quiso recorrer el camino con ella. La tarde era calurosa, pero no asfixiante. Se iba rezando un rosario y entre misterio y misterio sonaban las dulzainas. Los devotos se turnaban para coger las andas.

Si grande fue el número de quienes acompañaron a la Virgen en su trayecto, no menor resultó el de los que esperaron a la imagen en la Cruz de Piedra, a la entrada del pueblo. Cuando alcanzó ese punto, poco antes de las ocho, los devotos rompieron a aplaudir. “¡Viva la Virgen del Bustar!” era el grito más escuchado.

La riada humana entró en el casco urbano. Allí, el primer arco floral, costeado por el Ayuntamiento. La Virgen ya había entrado en el pueblo. El entusiasmo se reflejaba en las caras. “Mire, hijo, yo tengo 84 años y no pensaba que volvería a ver a nuestra patrona en el pueblo, así que ¿cómo voy a estar?, pues muy emocionada”, decía Mercedes García. Entre las personas de mayor edad menudeaban los ojos vidriosos. O, incluso, alguna mejilla humedecida.

Carbonero se había vestido con sus mejores galas para dar la bienvenida a su patrona. De casi todos los balcones colgaba un mantón de Manila. Se veían infinidad de banderas de España. Había también hileras de coloridos banderines y muchas pancartas (“Virgen del Bustar, bendice a tus hijos” o “Con cariño a su patrona” o “Bienvenida Nuestra Señora” se leía en varias). Y cinco arcos, decorados con yedra y flores de todo tipo, unas veces naturales y otras elaboradas artesanalmente con plástico.

La Virgen fue avanzando, por la calle Quintanas, por Peso Real y Colón, hasta llegar a la Plaza de Abastos. A cada rato, una sorpresa. Unas veces eran un grupo de vecinos que ofrecían un regalo a su patrona, otras alguien cantaba desde un balcón…

El Grupo de Danzas y Paloteo de Carbonero fue amenizando en recorrido. Para los danzantes era un día especial. “Hemos ensayado más que otras veces, había que hacerlo”, declaraba Sonia Yagüe, quien reconocía que “todo el pueblo se ha volcado” en la subida de la imagen.

Ya en el Ayuntamiento, los danzantes elaboraron un arco, bajo el que pasó la Virgen. Luego, la imagen ya empezó a ver, al fondo, el precioso retablo de la iglesia. El canto de la salve fue la bienvenida musical a su segunda casa. “Ya está aquí”, repetía la regidora del pueblo. Estará hasta el 12 de octubre, en que regresará a su santuario en otra procesión que se vaticina de nuevo multitudinaria. “Ahora, parece que estamos más protegidos”, decía una mujer, de avanzada edad. Carbonero duerme, pues, tranquilo.