Un bandolero para reflexionar

Diario del CAMINO de SAN FRUTOS

Un grupo de reclusos del Centro Penitenciario de Segovia ha emprendido la tarea de llevar a cabo el trazado del Camino de San Frutos, en un recorrido en el que la cultura y el medio ambiente se unen con la labor terapéutica y asistencial previa a su incoropración a la sociedad. A lo largo de esta semana EL ADELANTADO DE SEGOVIA recogerá las impresiones de este grupo a través de un diario en el que narrarán a los lectores todo lo vivido durante las cuatro etapas que forman parte de esta experiencia, que sirve para poner en valor una nueva ruta cultural y espiritual.

El buen tiempo parece haberse empeñado en acompañarnos durante la peregrinación, y esta segunda etapa no ha sido la excepción. Un sol radiante y una leve brisa que en ocasiones nos sirve para refrescarnos han sido nuestros compañeros de ruta en los 24 kilómetros que separan Santo Domingo de Pirón de Pedraza, que ayer fue nuestro final de etapa en otra jornada sin duda para recordar.

Las furgonetas de Cáritas y Cruz Roja y el vehículo de apoyo de la Fundación Padre Garralda llegaron con la expedición desde la cárcel hasta Santo Domingo de Pirón, pero antes quisimos hacer una breve visita a la iglesia románica de Tenzuela, uno de los ejemplos menos conocidos pero más hermosos de nuestro valioso patrimonio.

Si en la primera etapa elegimos la leyenda del Acueducto como eje de debate y reflexión entre los peregrinos, en esta segunda etapa la elección era obvia, ya que esta etapa discurre en los territorios en los que nació el «Tuerto de Pirón», uno de los más conocidos bandoleros del siglo XIX, sobre cuya vida y obra hemos querido reflexionar a lo largo del día.

La leyenda asegura que su primera fechoría tuvo lugar cuando regresó del servicio militar en 1866 tras conocer que su novia había contraído matrimonio en su ausencia presionada por su padres; y para avergonzar al que iba a ser su suegro le robó un carnero que compartió con sus amigos del pueblo. Sobre esta premisa anecdótica hemos indagado con los compañeros sobre la motivación personal de cada uno de ellos que les indujo a comenzar su actividad delictiva, sin entrar en detalles escabrosos, y siempre con ánimo constructivo.

La marcha nos llevó desde Santo Domingo de Pirón hasta Pelayos del Arroyo, donde hicimos la primera parada para sellar nuestra credencial. Nuestra llegada suscitó curiosidad entre los pocos vecinos que a la hora que llegamos estaban por las calles, y el Camino de San Frutos sirvió como excusa perfecta para que el grupo se interrelacionara con los vecinos para explicarles las características de esta iniciativa, y sus propias motivaciones personales.

Desde Pelayos del Arroyo nos dirigimos a Torre Val de San Pedro, en un hermoso trazado con unas maravillosas vistas de la sierra que quedaron plasmadas en los objetivos de las cámaras fotográficas y de video que llevamos para documentar todo el recorrido. Allí hicimos parada y fonda, y comimos nuestro «bocata» en un antiguo camping cuyas instalaciones nos fueron cedidas a tal fin por su propietario.

En Torre Val nos encontramos la agradable sorpresa de la visita de un grupo de educadoras del CRA de Prádena, que quisieron compartir unas horas con nosotros, aportando unos ricos dulces que nos sirvieron para hacer más grato el almuerzo.

Desde allí y hasta Pedraza, diez kilómetros «del tirón» para terminar la segunda etapa y aprovechar las últimas horas de la jornada para visitar el castillo y la antigua cárcel de la villa, en la que se conservan algunos elementos de tortura que se aplicaban a los reclusos en la época medieval.

Esta visita nos servirá para plantear un futuro debate sobre el sistema punitivo penitenciario desde aquella remota época hasta nuestros días.

Hoy salimos desde Pedraza para completar la penúltima etapa que nos llevará hasta Villar de Sobrepeña. Ya se huele el aroma de las Hoces del Duratón