El cielo, a sus pies

El Naturpellet Segovia consuma su sueño del ascenso y brinda junto a más de 400 aficionados que se desplazaron hasta Rivas al cumplir la gesta de mayor envergadura en la corta historia del club.

El sueño se hizo realidad. El lema «Segovia es de Primera» terminó por consumarse en Rivas en pleno Sábado de Pasión. El corazón del equipo latió a ritmo desaforado, sucediéndose una pulsación por cada uno de los aficionados que anduvieron pendientes de su broche de temporada, en un partido de extrema exigencia, en el que se hacía inevitable pensar en el desenlace dorado, y en el que se rindió un homenaje al fútbol sala. La consecución del ascenso hoy es el súmmum de un club joven, que hunde sus raíces en una ciudad que se desvive por este deporte, y mañana pasará a archivarse como efeméride en los anales de la entidad. El tiempo es mecedor del éxito y justo merecedor del premio fue el Naturpellet, que luchó a espada hasta la última jornada del campeonato liguero contra un más que digno rival, la UMA Antequera.

Muchos pasaron de embarcarse en la materialización del ascenso a verse inmersos en un déjà vu. Era tal el anhelo por aterrizar en la máxima categoría que en la mente de más de uno ya había corrido el agua por Santo Tomás. El conjunto segoviano paladeó el triunfo con el maridaje selecto de su afición. Una comunión, cimentada en el amor por el fútbol sala, que aunó el grito de toda la provincia hasta presentarse en el altar de la élite nacional. Los decibelios superaron cualquier registro hasta llegar al punto en que el público convirtió en un fortín el pabellón rival del Parque Sureste. Unos 400 espectadores se mudaron desde la Catedral para bautizar el lienzo madrileño en un ‘Perico’ de dimensiones más pequeñas.

El eco de los ánimos dispensados marcó la sinfonía de la victoria y el graderío se tiñó de blanquirrojo ganador. La bandera del Segovia Futsal ondeó en bucle hasta que el electrónico consumió el último de sus segundos y la celebración se descorchó. Las mariposas que agarrotaban la euforia se transformaron en la estela de la ceremonia. Abrazos, cánticos, felicitaciones, lágrimas… El cielo estaba a los pies del Naturpellet. El esfuerzo y la constancia empeñada desde agosto bordó la gloria. Era momento de brindar por la gesta de mayor envergadura en la corta historia del club.

Los jugadores manejaron a compás la sutil frontera en la que los nervios y la presión golpean, y se vieron impulsados por el guarismo de su regularidad -19 encuentros consecutivos sin estrechar lazos con la derrota- y el sentimiento esculpido por los suyos. Se vienen tiempos de lucir con orgullo un escudo, que logró echar a la gente a la calle. El mismo que tomó parte hace cuatro años en la antesala de la máxima categoría y ahora cristaliza un objetivo.

Después del duelo frente al Cidade de Narón a impacto de goles, la concurrencia ya entreveía al conjunto de Diego Gacimartín en Primera División. Se decía con retranca por el mal fario del ente supersticioso, pero las dudas quedaban despejadas al ubicar la mirada en los entrenamientos del Pedro Delgado a lo largo de la semana donde el calificativo de ‘enchufados’ evidenciaba el estado de la plantilla. Al frente de la nave, un entrenador que sostuvo la batuta con los pies en el suelo desde el chupinazo del curso, sabiendo de los jugadores que atesoraba su vestuario y con el respeto a todos y cada uno de los rivales como seña de identidad. Ese hilo conductor destilado por el cuerpo técnico logró una alquimia de brillante resultado entre la experiencia y la juventud. Al desparpajo de las dos últimas campañas se unió la solidez defensiva para sujetar los partidos en los momentos de titubeo hasta tejer un músculo inquebrantable.

El presidente, Álvaro Fernández, lo tenía claro a la hora de confeccionar la pretemporada. “La de veces que hemos soñado con este momento. Esto pasa pocas veces en la vida. Es una maravilla ver esta complicidad con la afición, que es el mejor activo que tenemos, y esperemos que la próxima temporada estén con nosotros”, expresaba entre la emoción diluída tras fundirse en un sentido abrazo con Gacimartín.

Las lágrimas del capitán Alberto y de Alvarito dejaban patente el amor por su ciudad y el fútbol sala. “Es una alegría muy grande el poder devolver a Segovia a donde nunca debió de irse. Sabíamos que gracias a nuestra gente lo íbamos a conseguir y este premio de estar en Primera División es para ellos”, reconoció el guardameta. “Llevábamos preparándonos toda la temporada para este partido y al final lo logramos. Con esfuerzo, sacrificio, ganas, ilusión y un público como este los objetivos se cumplen”, subrayó Alvarito.

Buitre, por su parte, recalcó: “Parecía que estábamos jugando en casa. Es lo más grande que he conseguido en mi carrera”; y Cidao aseguró: “Nos merecíamos este triunfo. Hicimos una gran campaña y ahora lo tenemos que celebrar con nuestra afición”.

La algarabía del éxito llegó a Segovia en torno a las diez de la noche y la fuente de Santo Tomás emanó a raudales para festejar un ascenso que se antoja como prólogo al retorno de un equipo de la ciudad al máximo estandarte nacional.