Vuelve Saramago

‘El cuaderno del año del Nobel’ redescubre al escritor portugués a través de un diario inédito y “entrañable”, continuación 20 años después de ‘Los cuadernos de Lanzarote’

Pilar del Río, viuda de José Saramago, durante la presentación de ‘El cuaderno del año del Nobel’, de José Saramago.
Pilar del Río, viuda de José Saramago, durante la presentación de ‘El cuaderno del año del Nobel’, de José Saramago. / EFE

La mujer de José Saramago, Pilar del Río, coincidiendo con el 20 aniversario de la recepción del premio Nobel de por parte del escritor, ha presentado ‘El cuaderno del año del Nobel', la continuación de ‘Los cuadernos de Lanzarote', que concluyó en 1997 y en cuyo epílogo el propio Saramago anunciaba un pronto desenlace.

Sin embargo, no sería hasta 20 años después, tal y como explica del Río, que este libro verá la luz, cuando ella misma encontró de madrugada el manuscrito revisando los archivos de su marido en un ordenador mientras trabajaba en la recopilación de las conferencias y discursos del escritor.

Pilar del Río expresa el “desconcierto” que sintió tras revisar un archivo “que había visto millones de veces”, ‘El cuaderno de Lanzarote', y que al abrirlo en febrero de este año de madrugada se percató de que contenía un cuaderno más. El número 6. Hallazgo que cuenta en el prólogo.

“Incluso ahora se me pone la piel de gallina. Eran notas para el ‘Cuaderno 6' que él estaba haciendo y que nunca llegó a publicar. Entonces vi lo que había pasado ese día hacía 20 años y otro archivo donde había unas conferencias que él pensaba introducir y que no había introducido”, relata Del Río.

Y allí estaba. Alrededor de 200 páginas en forma de apuntes sueltos, reflexiones filosóficas, artículos políticos y literarios y ejemplos con correspondencia de sus lectores que comienzan el 1 de enero de 1998, el año en el que el escritor recibió el Nobel de Literatura.

“Que apareciera con esa nitidez un libro nuevo hecho es alucinante. Se me quedó cara de tonta. Cómo es posible que estuviera ahí hace 20 años y no lo hubiera visto. También es verdad que tampoco lo vio el propio autor y eso me salvó de la estupidez”, recuerda entre risas.

Cuando se produjo el hallazgo, Del Río se encontraba preparando un libro conmemorativo, recopilación de conferencias sobre Saramago, junto a Fernando Gómez Aguilera, que sería publicado este mismo año, pero que se ha pospuesto.

El diario finaliza con dos apuntes de 1999. El último, fechado el 14 de enero, muestra un Saramago que, por sugerencia de su esposa, compra calcetines en un centro comercial. Sin embargo, tras recibir la noticia del Nobel, “se fue haciendo cada vez más estoico” en sus diarios.

“Saramago nunca se había planteado escribir un diario. Se puso a escribirlo porque mis hermanos y mi hijo le dieron un cuaderno en blanco para que hablara de ellos. Los diarios eran cartas a los lectores y en los primeros él contaba la cotidianidad”, indica.

Con el paso del tiempo los cuadernos se fueron publicando en varios países y la gente preguntaba al escritor “con una enorme familiaridad” por sus perros, sus canarios o “por si había solucionado el problema doméstico”.

“Ahí fue sintiéndose retraído y se dio cuenta de que la gente le preguntaba porque él había abierto puertas. Siendo un cuaderno de cotidianidad, hay menos datos personales. Hay más ensayos, más observación, cómo reivindica a determinados autores y artistas de diferentes países, su pasión por América Latina Francia o Italia. Más que contar lo que ocurre, pone la conferencia que da”, apunta Del Río.

Las inquietudes del autor

Es en la segunda parte donde se recopilan estas conferencias pronunciadas por Saramago en el año 1998, donde se muestran las inquietudes sociales, políticas y literarias del autor, así como preocupado por asuntos como la corrupción política de su país, la decadencia de las instituciones europeas, la situación de los desfavorecidos o la situación con la literatura en general.

El 13 de febrero de 1998, tras un viaje accidentado con cambio de aeropuerto en pleno vuelo, Saramago olvida su documentación en la cabina telefónica del aeropuerto y cuenta con la ayuda de dos guardias civiles, y una anónima señora de la limpieza. Es este Saramago “cercano”, “humano”, con un sentido del humor “seco”, el que está presente en el diario.

“Se le echa de menos y hay motivo, pues encontramos un libro entrañable, inteligente y lúcido que muestra un nuevo Saramago”, explica Del Río.