«Me gustaría devolver a quien me escucha cierta fe en la humanidad»

Luis Eduardo Aute

Sus canciones siguen siendo la banda sonora de muchas generaciones, y su voz el acompasado trayecto que une lo que fue con lo que ha sido y, a buen seguro, con lo que será. Luis Eduardo Aute se reinventa con cada trabajo y en este -‘El niño que miraba al mar’- se reencuentra y nos encuentra. El autor está inmerso en la presentación de un proyecto que se antoja, en estos tiempos, tan alimenticio como necesario.

Bajo el sugerente título de ‘El niño que miraba al mar’, Luis Eduardo Aute se encuentra inmerso en la presentación de su último trabajo multimedia. Una apuesta que conjuga 16 canciones inéditas con la proyección de una película de dibujos -El niño y el basilisco- por él creada. No pueden faltar en este directo, como anunció, algunas de sus más recordadas canciones.

¿Dos propuestas en una?

Sí. El disco El niño que miraba al mar, al que yo llamo un cine-disco, lleva un dvd con una película de 20 minutos dibujada por mí que se proyecta en el concierto. Presentaré todas las canciones nuevas con otras canciones de otros tiempos para que no sea demasiado duro.

¿De dónde nace ‘El niño y el basilisco’?

Es una ficción basada en una foto que me hizo mi padre. A partir de esa fotografía he desarrollado una especie de encuentro conmigo mismo. Me siento junto a mí con la intención de saber qué es lo que queda de ese niño en mí, qué es lo que pensaba que iba a ser su futuro, y si yo soy el personaje que ese niño esperaba ser. Por ello hay una reflexión sobre la aventura de la vida.

¿Qué hay de las nuevas canciones?

Son canciones muy diversas, pero de alguna forma muy vinculadas al tiempo extrañísimo que estamos viviendo. De alguna forma reflejan la perplejidad de estos acontecimientos terribles que estamos viviendo en este fin de sistema.

Tiempos de desesperanza.

Son tiempos de derrumbamiento de un sistema, empezando por los valores y por todo tipo de instituciones. El sistema capitalista, absolutamente desaforado, dirigido y controlado por terroristas financieros está devorándose a sí mismo, y por ahí no hay solución ninguna. Son los últimos coletazos muy duros de un capitalismo enloquecido. Ni siquiera es capitalismo, el capitalismo es otra cosa, esto es un club de capitalistas financieros que está comprando mundo.

El mundo y a sus habitantes.

Tienen tanto dinero que quieren ser propietarios privados prácticamente de países. Grecia es una país comprado y los países del Sur de Europa estamos en venta. Habrá una Europa que será un sólo país, Alemania, que es lo que quería Estados Unidos, una Europa con un único interlocutor. Volvemos al feudalismo de otra manera, al señor feudal con derecho de pernada sobre sus súbditos.

¿Nos estamos dando cuenta?

La gente está moviéndose. Poco a poco la gente está sensibilizándose. Las quejas y las reivindicaciones de los derechos inherentes a la dignidad del ser humano están en la calle constantemente. Estamos en el preámbulo de una revolución, en una etapa prerrevolucionaria. Lo que no se sabe bien es adónde ir, pero sí lo que hay que rechazar. La gente está andando ya y dando muestras de cabreo muy importantes.

¿Un nuevo comienzo?

Hay que empezar desde cero prácticamente.

¿Se siente con cierta responsabilidad social por ser quien es y por estar donde está?

No con más que la puedas tener tu. Lo único que por ser persona ‘pública’ tengo una mayor responsabilidad, pero como ciudadano la misma responsabilidad que cualquiera.

Pero sus opiniones se escuchan más que las de cualquier ciudadano.

Es una opinión más dentro de todas las opiniones de toda la ciudadanía que está levantándose.

¿Cómo condiciona esta realidad su trabajo?

Lamentablemente sí. Yo quisiera hacer canciones mucho más bonitas, aunque nunca he sido demasiado optimista. Sí he sido muy escéptico, pero en estos tiempos me estoy volviendo optimista. Creo que ya era hora de que comenzase a derrumbarse un sistema corrompido desde hace mucho tiempo. Eso es estimulante, por un lado, por lo que tiene de acabar con esto y empezar con otra cosa.

No parece tan sencillo.

Lo complicado es que no se sabe bien cuál es la alternativa en un mundo con muchísima población, cada vez más pequeño. Hay que saber con qué materiales se puede construir ese mundo distinto. Se va a llegar, estoy seguro de que entre todos se logrará un tipo de convivencia de acuerdo al sentido de la vida; no al sentido de los intereses financieros, en defensa del ser humano.