Los talibanes imponen su ley

Masacre en Pakistán. Un artefacto colocado en un mercado causa la muerte a 90 personas en el atentado más sangriento perpetrado en los últimos dos años en el país

Pakistán sufrió ayer el ataque terrorista más sangriento de los últimos dos años, con el fallecimiento de 90 personas por la explosión de un coche bomba en Peshawar, el mismo día en que la secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, comenzó su primera visita oficial al país, y horas antes de que su vecino Afganistán se viera sacudido por el asalto de un comando talibán a dos casas de huéspedes, que causó la muerte a cinco empleados de la ONU y a otros cuatro ciudadanos nacionales.

El atentado más sangriento de la jornada tuvo lugar en torno a las 13,20 horas, en un mercado de una zona céntrica de la capital de la Provincia de la Frontera del Noroeste paquistaní. Además de las decenas de víctimas mortales, más de 170 personas resultaron heridas, 60 de ellas en estado crítico.

El artefacto, con una carga explosiva de unos 150 kilos, estaba situado en el interior de un vehículo y fue detonado en el Peepal Mandi Bazaar, un pequeño pero concurrido mercado de Peshawar.

La explosión destruyó decenas de vehículos, casi una treintena de comercios, muchos de los cuales estuvieron durante horas en llamas, y provocó el derrumbe de hasta seis edificios.

Horas después del atentado, los equipos de rescate continuaban retirando cadáveres de entre los escombros.

Tanto el primer ministro paquistaní, Yusuf Razá Guilani, como el presidente, Asif Alí Zardari, condenaron el ataque, que se enmarca en una ola terrorista que ha sacudido diversos puntos del país durante las últimas semanas y ha dejado unos 300 muertos. Aunque al cierre de esta edición ningún grupo había reivindicado su autoría, todo apunta a que los radicales talibanes están detrás de él.

El acto criminal es el mayor que sufre Pakistán desde el 18 de octubre de 2007, cuando un suicida acabó con la vida de unas 150 personas a la llegada a la ciudad de Karachi de la ex primera ministra Benazir Bhutto, quien falleció en otro ataque dos meses después.

La acción terrorista fue perpetrada pocas horas después de la llegada de Hillary Clinton a Islamabad.

En una rueda de prensa junto a su homólogo paquistaní, Shah Mehmud Qureshi, la secretaria de Estado norteamericana prometió al país «toda la ayuda necesaria» para derrotar a la violencia.

«Esta lucha no es solo la de Pakistán. Los extremistas quieren destruir lo que nos es querido. Es también nuestra lucha. Estamos hombro con hombro con vosotros y os vamos a dar toda la ayuda que necesitéis para conseguir vuestro objetivo», adelantó Clinton.

La diplomática aplaudió las operaciones en marcha del Ejército contra la insurgencia talibán en varias áreas del noroeste del país».

La visita de Clinton tuvo lugar pocas semanas después de que el Congreso de EEUU aprobara una ley que otorga 7.500 millones de dólares de ayuda a Pakistán para programas económicos y sociales durante los próximos cinco años.

La norma, que ha causado polémica en la cúpula militar y la oposición política paquistaníes, por considerar que ciertas condiciones para la entrega de la ayuda suponen una injerencia en sus asuntos internos, persigue incentivar a Islamabad en la lucha contra la red terrorista Al Qaeda e insurgentes talibanes que se esconden en el escarpado terreno entre Pakistán y Afganistán.

Precisamente en este último país y horas después de la explosión del coche bomba en Peshawar, cinco empleados de la misión de la ONU en Kabul y cuatro ciudadanos nacionales fallecieron en el asalto de un comando talibán a dos casas de huéspedes en el centro de la capital próximas a la embajada española.

La delegación diplomática, ubicada en la misma calle que las dos residencias, recibió el impacto de algunas balas perdidas, pero no sufrió daños entre su personal.

Al doble asalto a dichos edificios siguió, horas después, el lanzamiento de dos proyectiles contra el lujoso hotel Serena -objetivo de un audaz asalto en 2008-, que sufrió solo daños materiales.

Los talibanes se atribuyeron la autoría del ataque a una de las casas de huéspedes por boca de su portavoz, Zabiullah Mujahid, quien dijo que el objetivo eran los funcionarios de la ONU que se alojaban en ella, «porque estaban trabajando en el proyecto electoral» y la residencia «era el centro principal de sus actividades».

Afganistán se encuentra en plena campaña para la segunda ronda de los comicios presidenciales que, como la primera del pasado 20 de agosto, está siendo boicoteada por los insurgentes.