El Convento de la Hoz a través de algunas nociones históricas

En el corazón de lo que hoy en día es el Parque Natural de las Hoces del río Duratón, en el término de Sebúlcor, se encuentran las ruinas del Convento Franciscano de Ntra. Sra. de los Ángeles de la Hoz. Lo que en la actualidad son un puñado de piedras en continuo deterioro, en otros tiempos, y a lo largo de varios siglos, fue un lugar de intensa actividad y gran afluencia de gentes.

La tradición nos cuenta que ya en los siglos III y IV existía en el lugar una pequeña ermita bajo la protección de Sta. María de los Ángeles y S. Pantaleón y que un tiempo después, allá por el año 700, existiría un pequeño Monasterio Benedictino con el título de S. Pantaleón de la Hoz. En esa época S. Frutos, según la tradición, escondió la Sagrada Imagen de Ntra. Sra. de los Ángeles de la Hoz para salvarla de la invasión musulmana, la cual apareció tras el Promontorio de la Virgen sobre el año 1125 en el mismo lugar sobre el que se fundó el Convento Franciscano un tiempo después.

Su fundación tuvo lugar en 1231, más de un siglo después de que se hubieran establecido a dos kilómetros, aguas abajo, los benedictinos en el Priorato de San Frutos. Éstos cedieron a los franciscanos el terreno que comprendía el Convento, con la utilización de la pesca del río, lo que ocasionó más de un problema de relaciones entre ellos en el transcurrir de los tiempos, como veremos más adelante.

En la época de su fundación, La Hoz, perteneció a la Custodia de Numancia, juntamente con los conventos de Soria, Ayllón y Atienza, dentro de la provincia franciscana de Castilla.

En cuanto a su emplazamiento, en el fondo de una “hoz”, en una gran estrechez del terreno, han sido diferentes las opiniones. Mientras unos autores, como Lorenzo Calvete en 1610, le define como “…el lugar más ameno y agradable a la vista que debe haber en España…”, otros, como Fray Felipe Vázquez en 1786, siendo Predicador del Convento de Peñafiel, después de haber sido morador unos años atrás en el Convento de la Hoz, nos dice que “…yace un convento en una profundidad horrenda (…) como en una lóbrega sepultura (…) que a no hacerle soberanas influencias habitable, no pudieran vivir en él ni las fieras…” en base al estruendo constante producido por el agua al chocar contra las rocas, que “…causan de día y de noche pavor y miedo…”, además de que no penetraban los rayos de sol en el invierno, mientras que de junio a septiembre el calor era excesivo, con abundancia de “…cinifes y diversas especies, por la vecindad del río…”.

La construcción conventual, realizada con limosnas de los alrededores, no debió ser muy consistente en los primeros siglos y así, el 7 de septiembre de 1492, estando reunidos todos los frailes de la Comunidad en el Coro de la iglesia, en el Canto de Maitines, se produjo un derrumbe grande de un peñasco que se llevó por delante todas las dependencias conventuales, a excepción de la iglesia, con lo que no existieron desgracias personales. En su ayuda acudió la reina Isabel la Católica, motivada por la devoción que sentía por Ntra. Sra. de los Ángeles de la Hoz. Ella reconstruyó a sus expensas todo el Convento e incluso se reservó para sí misma una celda, en la cual se hizo poner en las paredes sus escudos de armas y poder así visitar de vez en cuando el Convento. Las ruinas de esta reconstrucción de Isabel la Católica son las que podemos ver aún en la actualidad.

Después, en 1565, fue el Rey Prudente, Felipe II, el que amplió las dependencias conventuales demoliendo algunos peñascos (pero respetando el Promontorio de la Virgen). En esta obra Felipe II construyó una casa de huéspedes y una plazuela para esparcimiento de éstos y de los religiosos, como dejó constancia en la inscripción existente en una piedra en forma de esquina, de la casa de huéspedes, que dice: EL CATHOLICO PHILIPO SEGUNDO, REI DE LAS ESPAÑAS, VINO AQUÍ AÑO 1565 I DIO LIMOSNA PARA ESTA PLAZUELA I PARA TODA LA OBRA NUEBA DE ESTA CASA. Esta piedra aún se encuentra en el interior de recinto, aunque su deterioro es ya muy considerable.

A partir de ahí era corriente tener huéspedes, que acudían hasta allí normalmente por la devoción a la imagen de Ntra. Sra. de los Ángeles de la Hoz. Esta imagen aún se conserva en la iglesia de los Santos Justo y Pastor, de Sepúlveda, reconvertida en Museo de los Fueros en la actualidad. Entre los huéspedes más asiduos al Convento de la Hoz estaban el Duque de Alburquerque y la Condesa de Montijo, la cual se acercaba desde la villa de Fuentidueña.