García Rodero, sin cámara

La fotógrafo clausuró el curso “Visiones sobre la unidad y diversidad de España...” con una conferencia sobre sus vivencias con una máquina de fotografía en sus manos.

La fotógrafa Cristina García Rodero (Puertollano, Ciudad Real, 1951) es un auténtico vendaval. Ayer lo demostró en Segovia. Acudió a clausurar el curso “Visiones sobre la unidad y diversidad de España…”, organizado por la Universidad de Valladolid y el Instituto de la Cultura “Manuel González Herrero”. Y pronunció una conferencia en la que habló, sobre todo, de vivencias. Sus vivencias, siempre acompañada por una cámara de fotos, recorriendo España por “carreteras asesinas”, de esas en las que los baches lograban desviar la dirección del coche, y topándose en los pueblos con “gente entrañable pero con muchísimas carencias”.

En esos pueblos, García Rodero vivió momentos de felicidad. Momentos que no se escapan. Como cuando hizo una fotografía a una niña apoyada en un trillo, mientras una tormenta amenazaba con descargar. O sus visitas al bar de Isabel, en Miranda del Castañar. O esa vez en que llegó a un pueblo, de madrugada, aterida, y una mujer que barría su puerta la invitó a entrar y calentarse. O aquella otra en la que un alcalde la pidió que subiera a un escenario para que todos los vecinos la conocieran…

“A mí, lo que me ha motivado es hacer fotografías de cosas que no se conocían”, explica. Y, en ese sentido, hubo años en que se hinchó a tomar imágenes de fiestas. Dice que la gustan especialmente las del ciclo de invierno, las que van desde Navidad hasta carnavales. “Son maravillosas”, asegura. Se refiere, en especial, a las de Zamora, a las de León, incluso a algunas de Portugal.

Ella, licenciada en Bellas Artes, iba para pintora, pero su interés por el arte popular la llevó a apasionarse por las fiestas. “Me enganché de tal manera por las celebraciones festivas que acabé considerando una prioridad dejar un testimonio de ellas, para que no se olvidarán”, dice, a modo de confesión.

García Rodero pretendía que “la gente valorara la cultura popular, que no la despreciara, que supiera que eso es sabiduría de siglos y siglos”. “Aunque fueran sencillas, pueblerinas o antiguas, esas manifestaciones eran dignas de tener en cuenta”, prosigue. Y mientras se dedicaba a tirar carretes y carretes de fotos, promete que “disfrutaba”.

Ahora, tras una dilatadísima trayectoria, esta prestigiosa fotógrafa —la primera española en incorporarse a la mítica agencia Magnum—, acaba de recibir la Medalla al Mérito en el Trabajo, junto a personajes tan conocidos como la presidenta de FCC, Esther Koplowitz; el padre Ángel, de ‘Mensajeros por la Paz’; el guitarrista Paco de Lucía (a título póstumo) o el tenista Rafael Nadal).

Pero ella no quiere que los reconocimientos la obliguen a parar. Y sigue disparando. Su último trabajo, “Con la boca abierta”, se ha presentado esta semana en Fuenlabrada.