Un ataque a la sede de la OTAN en Kabul enturbia la campaña afgana

Un suicida talibán detona media tonelada de explosivos y asesina a siete personas a pocos días de la celebración de unas elecciones presidenciales a las que se oponen los insurgentes

La brutal violencia que sacude Afganistán desde tiempos que ya empiezan a parecer remotos no necesita de excesivas explicaciones, pues cada uno de los miles de muertos se circunscribe en la pugna entre los talibán y las fuerzas multinacionales por hacerse con el control del país. De ahí que la única peculiaridad del atentado que ayer se cobró siete vidas frente al cuartel general de la OTAN en Kabul es haber sido perpetrado pocos días antes de que los afganos acudan a las urnas para elegir presidente y representantes en unos comicios que Occidente trata de vender como la llegada de la verdadera democracia.

El ataque, llevado a cabo por un suicida, tuvo lugar a las 08,30 de la mañana hora local, dos horas y media antes en España, y pudo escucharse con aterradora nitidez desde todos los puntos de la capital. Allí, en el fortificado barrio de Wazir Akbar Khan, tienen su sede la embajada estadounidense y el cuartel general de la ISAF -la misión de la Alianza Atlántica en el país-, hasta donde consiguió llegar el terrorista a bordo de un vehículo que hizo estallar pese a las fuertes medidas de seguridad.

El Ministerio de Defensa confirmó que el ataque mató a siete personas e hirió a otras 91, la mayoría trabajadores nativos que esperaban a las puertas del inmueble para comenzar su jornada. En un comunicado, la ISAF también admitió que la explosión lesionó a diversos militares extranjeros, aunque no precisó número, rango o nacionalidad.

Mientras una columna de humo blanco se alzaba todavía sobre el lugar de la explosión, los talibán reivindicaron la autoría a través de su portavoz, Zabiullah Mujahid, quien explicó los pormenores de la acción a los medios de comunicación por vía telefónica . «Fue ejecutado con un todoterreno cargado con 500 kilos de explosivos», precisó Mujahid, antes de presumir de haber provocado 25 muertes.

Afganistán celebrará el próximo jueves 20 de agosto las elecciones presidenciales y a los consejos provinciales, pero los talibán han pedido a la ciudadanía que boicotee los comicios y, para reforzar sus advertencias, han intensificado su campaña de violencia por todo el país.

Además de amenazar a quienes voten con cortarles los dedos, los islamistas han protagonizado saqueos de oficinas de candidatos, han asesinado a activistas y han intentado matar a varios importantes políticos.

El pasado jueves, el ex presidente Burhanudín Rabani, partidario del candidato opositor Abdulá Abdulá, salió ileso de una emboscada contra su convoy y el aspirante a vicepresidente Mohamd Qasim Fahim, un antiguo señor de la guerra que concurre en la lista del actual jefe de Estado, Hamid Karzai, sufrió otro ataque similar.

«Los enemigos de Afganistán quieren crear temor en el pueblo. Pero deben saber que los afganos conocen la importancia de ir a votar», sostuvo ayer el propio Karzai.